Moscù.

Moscù

Post n°15 pubblicato il 26 Febbraio 2009 da viajera67

Me hubiera gustado verte en Moscú, en la Plaza Roja, en el año de la gran revolución. Reconocerte entre una muchedumbre llamada gente, llamada pueblo, que canta con la imagen del gran camarada que ha luchado y derrotado al fascismo. Tú y yo sabemos que la revolución, la Gran Revolución, no durará eternamente. Los burócratas, los funcionarios matarán más que las minas y las bombas.

¿Matarán, verdad? ¡Matarán!

Me gustaría llamarte Margherita. Y no me importa que para Bulgakov fuiste sólo una bruja rebelde. Vendiste tu alma por amor. Me gusta llamarte Margherita. Te miro a los ojos. Son verdes tus ojos, ¿verdad? Nuestra primavera no será eterna. Llegará el tiempo de las grandes purgas. Estalinistas, anti estalinistas, las purgas son purgas.

El silencio de los campos siberianos es más intenso qué la sangre derramada en los campos de batalla. La gente tiene miedo. Tú y yo tenemos miedo. El Gran Hermano nos protege, nos acompaña, y nos mira. Estamos perdiendo la revolución, compañera. El gran camarada nos dijo que era todo para el pueblo. Pero el pueblo tiene hambre. Y camaradas matan a camaradas. Hermanos de sangre. En Moscú se muere de frío, amore mío.

Quisiéramos gritar que la libertad no se puede quitar ni congelar, pero las palabras se nos mueren encima. Ahora soy yo quien tiene frío. ¿dónde te has ido, amore mío? Te busco, te reconozco, cantas con el pueblo: eres tú! ¿Qué quieres decirme, amore mío?

Quisiera decirte que hay presos en la calle y que un día en Barcelona, como en Pekin, en Moscú, como en muchos rincones del mundo. Con prensa, sin prensa, hermanos de sangre! ¡Camaradas! Te acuerdas de Barcelona, amore mío?

Huiremos, defenderemos nuestro amor. Luego un escritor inglés escribirá algo sobre nosotras. Te llamará Julia. Dirá que un día, en la calle, después de una fuerte represión, no nos ¡sa-lu-da-re-mos! ¿Qué ha cambiado entre nosotras amore mío? ¡Yo quiero a Margherita, alla mia piccola Margherita! Hace mucho frío en Moscú. Quisiera darte un beso,

y me acuerdo de un día en el que viniste a verme sin avisarme. Todavía vivía en tu barrio, o tú en el mío, ya no me acuerdo. Estaba durmiendo, me despertaste. Te colaste en mi cama, en mi cuerpo. Despacio. Lo hiciste despacio. Me desperté y vi tus ojos. ¡La hostíaa!

La plaza roja ahora está llena de gente. Te reconozco entre la muchedumbre, entre el pueblo que canta, que lucha, que sueña. ¿Conseguirán quitarnos todo esto, amore mío?

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Tanques

tanque

Post n°16 pubblicato il 26 Febbraio 2009 da viajera67

Tanques.

Cuando la miraba me parecía la persona más hermosa del mundo: sensible, indefensa, incapaz de pisar un césped, de matar a una mosca. Se quedaba por las tardes en mi cama leyendo poemas, fumando cigarros, acariciando mi cuerpo.   Luego me la encontraba conduciendo tanques, encabezando las riendas del poder que mata, humilla, encierra. Su mirada era fría, impersonal. Fingía no conocerme, pisaba vidas, sentimientos, emociones.

La llamaba, no me contestaba, sus ojos me pedían algo: ¡No rompas mis esquemas!, ¡Déjame vivir en paz!. Y entonces pensaba en la tía que no quería matar a las moscas, que acariciaba mi cara, mis sueños, y la dejaba vivir en paz. No te reconozco, no te pido que me expliques nada. No piso tus huellas.  

Luego volvía con los poemas, los tanques, y una botella de vino en la mano a buscar mi cuerpo, mi deseo, mi infinita gana de quedarme en ella. Llegó un tiempo en que decidí poner tierra bajo pies y huir de su mirada. No lo hacía porqué temía su fuerza, su poder, sus constantes humillaciones. Yo también había aprendido a conducir tanques. Pero quería algo nuevo. Nada más, y nada menos.

Me la encontré con sus amigas. Fingí no verla, para que no tuviese que elegir entre encabezar un tanque o matar a un mosquito. Podía observarla durante horas mientras fingía estar bien, aunque a veces se le notaba una mirada indefensa y vacía, y me acordaba de la mujer que tocaba el timbre de mi cama, con la sonrisa más hermosa que hubiese visto nunca. Seguía bailando, fumando, tirando, como si nada, tanques o mosquitos, mosquitos o tanque, el eterno dilema de su vida…  

Me voy, le dije, no quiero verte así. Y entonces me cogió por atrás y me dio un beso frente a todas. Por fin te has decidido. Me desperté mojada. Habíamos tirado frente a todas. Habíamos sido felices públicamente, por lo menos durante una noche. Me sonó el despertador. Era un sueño. Cogí las maletas y me fui. Dejaba esta vida. Dejaba este sueño.

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Recuerdos

recuerdos

Post n°17 pubblicato il 26 Febbraio 2009 da viajera67

Recuerdos.

Tenía sólo ocho años, y me cuenta que aquel día, ocho de septiembre del 1943, corría feliz en el campo. La guerra había terminado, ya no más aviones, bombardeos y noches desveladas esperando la luz del día. Era feliz y no sabía por qué. Todos se abrazaban y gritaban: ¡ha terminado, la guerra ha terminado!

Ahora tiene casi setenta y soy yo quien le cuenta cuentos sobre la guerra. La guerra de España, julio del ’36, marzo del ’39. El golpe de estado de Franco, la lucha de los republicanos, las brigadas internacionales, el enfrentamiento entre troskistas, anarquistas y estalinistas. A veces el cuento se me complica tanto que me pregunta: “¿quién ganó?”. Cuando le contesto que ganó Franco, se me pone triste. Luego es difícil llevarla de paseo y robarle una sonrisa. Entonces le digo que ganaron los republicanos, que en Guernica el pueblo se rebeló y que Picasso pintó un cuadro maravilloso en honor a su lucha. “¿Entonces ganamos nosotros?”. “Sí, mamá, así fue”.

Y quiere que le lea unas poesías de García Lorca, del hombre que nadie pudo fusilar, y poco le importa que amó a otros hombres. “Cuando hay amor, hija, Dios no juzga”. Le fascina cuando le pongo un video de la Pasionaria y la observa mientras abre las cárceles y libera a presos vascos. “Pónmelo otra vez, hija, esto me gusta”. “¿Fue ella la que gritaba: no pasaran?”. “Sí, fue ella”. “¿Y qué pasó con Franco?”. “Murió como Mussolini en Milán. Lo colgaron de pies arriba, cabeza abajo con su amante y sus colaboradores”. “¿Cómo los cerdos que tenemos en el jardín?”. “Sí, mamá, como ellos.” “¿Y Franco dónde lo colgaron?”

“Franco se disparó un balazo en la cabeza unos días después de la muerte de Carrero Blanco, su brazo derecho, que el pueblo “hizo volar” en una calle de Madrid. Lo colgaron en la plaza central de Guernica, allí está su tumba. En Barcelona ganaron los anarquistas, los que se visten de negro, pero de los buenos”. “Sí, hija, porque aquí los negros eran malos. Como nada te sacaban de tu casa y te fusilaban. Yo tenía un tío abuelo antifascista, se lo llevaron y nunca más regresó.”

“En Madrid ganaron los rojos, mamá. Al grito de la Pasionaria la gente bajó a la calle, cogió los fusiles y los paró. Tuvieron que huir pero nadie les disparó. Se escaparon por los Pirineos, llegaron a Francia, empezaron una vida nueva”. “¡Qué bueno, hija, porque la gente no sabe qué terrible es la guerra!”.

“Yo me acuerdo que no había pan, no había luz y los niños no iban a la escuela. Bombardeos, casas destruidas, la gente tenía miedo. No leía, no se informaba, sólo levantaba el brazo por miedo a la muerte. Y las monjas te obligaban a rezar, como si juntando las manos se hubiera podido cambiar algo. ¡Qué lindo país España!. Me gustan los cuadros de Dalí, el excéntrico que vivía en Cadaqués, y los palacios de Gaudí. Regresaremos allí antes de que te vayas, ¿verdad?”

“Claro, mamá, sobre todo ahora que el pueblo votó contra la guerra y los homosexuales pueden casarse”. “¿Allí se puede?. ¡Qué lindo!”. “Yo no me hubiera casado con tu papá si hubiera podido. No que no lo quisiera pero ahora las mujeres pueden experimentar, convivir, decidir si tener un hijo, dos, o viajar durante toda la vida. Yo conocí sólo a un hombre, no era malo pero cuando me casé no sabía nada de nada; ahora soy vieja y me arrepiento”. “Nunca es tarde, mamá”. “Bueno, pero tú que puedes, aprovecha”.

“Cuéntame de toda la gente que conociste y que ganó la guerra, hija, ahora estoy esperando que se caiga este impresentable que tenemos en el gobierno, este fascista. Apoya una guerra que no sabe ni dónde está y nunca le faltó pan en su casa. No lo soporto. En Bagdad los niños se mueren y aquí parece que no pasara nada. Estoy esperando que lo echen para festejar con mis amigas, para reunirnos y contarnos unos cuentitos. Pero de los lindos, los feos no nos gustan. Cuando no sabemos por donde empezar recordamos aquellos días de septiembre, cuando echamos a los nazis. Desde entonces no tuvimos apagones y pudimos vivir la vida de otra manera, con mucho amor y esperanza en nuestro futuro. ¿Un día me llevas a Guernica a ver dónde colgaron a Aznar?”. “No, mamá, allí colgaron a Franco”. “Bueno: Aznar, Franco, a veces me confundo… ¿Me cuentas otro cuentito, hija?”

Apéndice:

Después del Golpe de Estado de Francisco Franco, la España vivió tres años de guerra civil (julio ’36 – marzo’39), y cuarenta años de dictadura militar. Franco, el “Caudillo”, nombró a Carrero Blanco su sucesor. La ETA, el grupo armado independentista vasco “hizo volar” a Carrero Blanco, con su auto, en una calle de Madrid. La ciudad de Guernica, en el País Vasco, fue totalmente destruida por los bombardeos nazis. Tras la muerte de Franco, (que murió en su cama el 26 de noviembre del 1976) tuvieron que convocar elecciones democráticas. Su cuerpo se encuentra cerca del Escorial, a unas horas de Madrid, en el “Valle de los caídos”, así llamado porque para construir semejante mausoleo, murieron unos cincuenta mil antifascistas. El poeta republicano García Lorca fue disparado cerca de Granada, poco después el comienzo de la guerra civil española.

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Son ellos.

Ellos

Post n°18 pubblicato il 26 Febbraio 2009 da viajera67

Son ellos.

“Son ellos” me dijo. “¿Los buscastes a todos? “. “Uno por uno, los esperé cuando salían de sus casas, cuando acompañaban a sus hijos a la iglesia, cuando los recogían del colegio”. “¿Cuántos son?”. Diecisiete, hasta ahora. “¿Tu marido sabe en que estás metida?”. “Prefiero no contarle nada. Le digo que salgo con mi cámara para fotografiar paisajes.”.”¿Nunca vio las fotos?”. “No, que yo sepa”.

“¿Cómo pasó?”. “Tenía diecisiete años, iba al colegio. Mi padre era campesino, no teníamos nada, y estaba harta de tanta miseria. Esperábamos un cambio social, el individuo no puede enfrentarse al Estado…”. “¿Sigues pensado lo mismo?”. “Sigo viviendo en una casa de adobe…”. “ Sigue.”. “Llegaron unos veinte encapuchados, de noche, a la casa de mis padres. Buscaban libros, algo de Sendero. Yo estaba tranquila, sabía que en casa no había nada. Finalmente uno de ellos dijo: “Terruca de mierda, ¡ahora te jodiste!. Llevaba algo en la mano”. “¿Qué era?”. “Era un manual sobre cubismo.” “¿Prohibieron libros de arte?”. “ ¿Qué arte?, ¡Pensaban fuera un libro sobre Cuba!”. “¡No me lo puedo creer!”. “¡Cómo lo oyes!”. “Me pegaron en la cara, en el estómago. Mi madre gritaba “¡Asesinos! ¡Dejadla en paz!, Mi padre se desmayó”. “¿Y tú?”. “Me vendaron y me llevaron a la comisaría. ¡Mira! ¡Aquí está! ¡Es éste con bigote! ¿Quién es?. Es el tonto que se llevó mi libro de arte…”.

“No pongas esta cara. Viste a Paco, ¿no?. ¿Te dijo como nos torturaron?”. “Sí”. “Estábamos todos atados en el suelo, ojos vendados, sin poder ir al baño. Me vino la regla pero no sabía si era eso o otra cosa, porque tenía mucho miedo”. “Vaya”. “Entraban en grupos de dos, de tres y nos golpeaban al azar. Lo peor eran los gritos de los demás. No sabías cuando te iba a tocar a ti. Lo esperabas casi con alivio, porque cuando te golpeaban te dejaban un ratito en paz.”. “¿Estuviste allí mucho tiempo?”. “Una semana, tal vez dos. Perdí la noción del tiempo”. “¿En qué pensabas?”. “En vengarme. Quería salir de allí y matarlos a todos”. “¿Todavía lo piensas?”. “Bueno, ahora tengo a mi hija”. “Háblame de ella”. “Ahora no. Una tarde se me cayó la venda y lo miré a los ojos”. “¿A quién?”.. “Mira, aquí está con su esposa, saliendo de la iglesia. Parece un hombre devoto, un buen padre de familia.”. “¿Quién es?”. “Era el peor de todos, le gustaba tirar patadas a la cara, ver bajar la sangre.”. “Un sádico”. “Cuando vio que se me había movido la venda, se me acercó y me dijo: “Muñequita,, ¿quieres dar tu sangre por la revolución? Y me tiró una bofetada horrible. Tenía miedo, pensaba que nos iban a matar”. “¿No llamaron a un abogado?”. “Amiga, en el Perú gobernaba el “chino”. “Claro”. “Imagina: en aquellos días pensaba que morirse fuera lo peor. Luego me hicieron cambiar de opinión.”.

Un día nos dijeron: “Levántense, terrucos! Los vamos a trasladar al infierno”. “¿Antes a qué te dedicabas? Me gustaba pintar. Amaba los niños, los colores, la vida. Los niños representan la vida, y a mí me hicieron abortar. “Terruca de mierda, estás preñada, te vamos a soltar. Hubiera preferido quedarme allí, no ver a nadie. Cuando regresé a casa mi madre lloraba, noche y día, no podía parar. Mi padre no hablaba. Cuando salí de casa era una niña, luego no sé ni lo que era.

“Odiaba mis años, mis pinturas y mi juventud. Y lo peor fue cuando decidí denunciarlos. Todavía creía en la justicia”. “Cuéntame”. “Me entrevistaron en una tele local, un periodista quiso ayudarme.” “¿Contaste todo?” “Nombres, lugares, fechas”. “¿Y qué paso? “Te dije dónde vivimos, ¿no?. ¡Despidieron al periodista!”. “Nooo”. “Y tuve que aguantar las miradas de la gente. ¡Algo habrá hecho, en algo se habrá metido!. ¡Hipócritas!”. .

“Todavía no te he contado cómo fue”. “Si quieres lo dejamos para otro día…”. “Fue en la playa, cuando nos trasladaban de Tumbes a Chiclayo. Sabía que algo terrible iba a pasar porque no paraban de tocarme. De repente uno dijo: muñequita, ¿nos vamos a la playa? Sentía acercarse las olas del mar, y tenía miedo. Primero el jefe, luego el capitán, por último el teniente. Lo hicieron por orden y grado, uno tras otro, como si yo fuera un trofeo de guerra”. “¿En qué pensabas?”. “En nada. Intenté escaparme, luego me sentí morir. Perdía mucha sangre. Me desmayé varias veces. Me llevaban al mar, abría los ojos y recomenzaban”.

“¿Esta niña es tu hija?”. “Sí”. “¿Cómo te imaginas su futuro?”. “La quiero libre y feliz. Quiero verla pintar, quiero disfrutar de sus años. Mira, estos cuadros son por ella”. “¿Volviste a pintar?”. “Hace poco, todavía me cuesta”. “¿Tienes miedo?”. “A veces. Saben que los estoy buscando. Quiero publicar estas fotos.”. “¿Estás segura?” “ Quiero volver a soñar, a vivir”. “¿Y ahora?”. “Tengo que ir a recoger a mi hija al colegio. ¿Me acompañas?”.

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Cayetana

Cayetana

Post n°19 pubblicato il 26 Febbraio 2009 da viajera67

Querida Cayetana,

Paseaba por las calles de París cuando vi un afiche de una exposición tuya en la avenida Libertadores, a unas cuadras del hotel donde me hospedaba. Había salido con unos amigos a festejar la salida del último libro de Bryce, del autor que marcó nuestro encuentro en Lima ¿te acuerdas?.

Lo habían invitado a una charla en una cafetería del centro. Las dos llegamos tarde, había mucha gente. Pensaba regresar a casa cuando te vi llegar. Tenías prisa, se te notaba en el ruido que dejaban tus tacones pisando la calle. Tenías una invitación especial pero, aún así, no te dejaron entrar. Te enfadaste mucho y eso me gustó. ¿No veías la cantidad de gente que esperaba?. Parecías de otro mundo: bien vestida, cara sonriente, ¿qué hacías allí?

Intenté protegerte: cualquier transeúnte hubiera podido llevarse tus cuadros, tus anillos, incluso tu chaqueta. ¿Cómo se te ocurría llegar con semejante maletín? ¿Eran obras de arte?, ¿Dibujos tuyos?. Vi que buscabas algo y te invité un cigarro. Luego a dar un paseo, una copa y, dos horas más tarde, nos olvidamos de Bryce y de todo. Me invitaste a tu casa, querías enseñarme tus cuadros.

Vivías con tu novia pero estaba fuera, por trabajo. Tu casa era la de un artista: esculturas, pinturas, fotos de viajes. ¿Y si ella regresaba?. Eran las dos de la mañana y seguía charlando con vos. Me llevaste a tu estudio: pinceles, un cuadro inacabado, trapos llenos de colores. ¿Era aquello tu mundo?. ¿Y el mío? Mejor no hablarte: demasiado chico para vos.

Aquella noche me hablaste de Goya, del Prado, de Dalí te emocionabas conmigo porque había contemplado cuadros, visitado museos. Pero de arte no entendía ni jota. ¿Te diste cuenta?. Yo escuchaba fascinada mientras las horas pasaban. Tenía que regresar a mi casa, alistarme para el trabajo pero algo me atrapaba a vos.

¿Eran tus cuadros? ¿Tu voz?. Te di mi teléfono, nos despedimos en la calle. Empezaste a llamarme: una charla, una exposición, ¿te apetece venir? ¿Podrías llevarme unos pinceles?. Claro que sí. Tu novia nunca estaba, ¿tanto trabajaba?. Tus pinturas me gustaban cada día más. Observaba los Guayasamins, me fascinaba la belleza de los detalles, la elección de los colores.

No querías venderlos, estabas preparando una exposición a París. ¿Y si te gusta tanto y te quedas allí?. Maldita Europa. Empezaste a estudiar francés, yo sabía algo pero no quería que aprendieras. ¡No te vayas, por favor!

Dejamos de vernos durante un tiempo. Tu novia reapareció de repente, ya no me llamabas, no hizo falta explicar nada. Soñaba con tus pasos bajo la lluvia, ¿estabas llegando o acababas de irte?

Regreso a la calle donde vi tu afiche, espero que nadie me vea, lo quito de la pared y me lo llevo al hotel. Esta noche quiero mirarte así, preguntar a esta mezcla de colores qué pasó con tu vida. ¿Estás sola? ¿Te espera alguien? Mañana regreso a Madrid, podría pasar a ver tus cuadros, llevarme un trozo de ti. Tal vez estás en el cuarto de al lado, compartimos el mismo hotel, y me hayas visto llegar. Alguien sube por la escalera, ¿tendrá la cara manchada de colores? Tocan a mi puerta, me paralizo. ¿serás tú?.

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Lola

Lola

Post n°20 pubblicato il 26 Febbraio 2009 da viajera67

Lola

Lola me llamó por la tarde, quería verme. Cogí un taxi y me dirigí a su casa. Veía la ciudad desde la ventana del carro. Pensaba en Paula, quería llamarla, quería decirle que iba a tirar con otra, quería que me parara. Paula no estaba.

Toqué el timbre, Lola me abrió, entré a su despacho. “¿Quieres un café?. “No, Lola, tengo que irme pronto”. Era una excusa, Lola lo sabía. No quería discutir con ella, no quería hablar de nuestra última vez. Había susurrado tu nombre en la cama. Varias veces. Te echaba de menos. Quería tu cuerpo, tus labios… “¿Azúcar?”. “No, sin azúcar”. “Siéntate un momento”. “Tengo que irme pronto”. “Relájate”.

“¿Qué tal Máncora?”. “Bien”. “¿Estuviste en la playa?”. “Todos los días”. “No me llamaste”. “No quería molestarte, Lola”. “Sabes que me da ilusión saber de ti”. “Pensaba que estuvieras enfadada. Te hablo siempre de Paula”. “No lo puedes evitar”. “Podría evitarlo en la cama”. “No serías tú”.

“Vamos a mi cuarto”. “Tengo que irme pronto”. “No digas tonterías”. “He quedado con una amiga”. “Túmbate a mi lado. ¿Has visto a Paula?”. “No me hables de ella, si no tengo que contestarte”. “¡Contéstame entonces!”. “La he visto esta mañana, hemos desayunado juntas”. “¿Te gustaba?”. “Me gusta siempre”. “¿Esta mañana te gustaba?”. “Me ha encantado verla”. “Yo me la encontré al cine, la semana pasada.”. “¿Te gusta?”. “Me gustas tú”. “Quítate los vaqueros”. “Lola, sabes que no estoy segura de lo que siento por ti”. “Lo sé… Dame el jersey”. “¡Lola! La otra noche pensé en Paula todo el tiempo”. “No importa”. “Lo siento”. “Por lo menos eres honesta”. “No estoy segura”. “Mucha gente ni lo dice”.

“Háblame de filosofía”. “Luego nos enfadamos en la cama”. “Da lo mismo”. “Es que he leído a Marcuse cuando no estabas”. “¿Y qué?”. “¡Tenías razón!”. “¿Sobre qué?”. “Sobre la lucha de clase”. “Lola, me estoy excitando”. “¡Excítate!”. “Párate un momento”. “Tenemos que romper las cadenas sociales”. “No me toques el culo”. “Me encanta tu culo”. “No me digas esto”. “Quítate los calzones”. “Lola he visto a Paula esta mañana”. “No importa”. “He pensado en ella todo el día”. “Da lo mismo”. “Pienso que estoy enamorada de ella”. “Esto está claro”. “Ya lo sabe. Túmbate de espalda”. “Me estoy excitando Paula”. “¡Excítate!”.

“Lola quisiera respetarte”. “Me estás respetando”. “No quiero ser egoísta”. “Tienes que serlo”. “Pienso siempre en ella, quisiera tocar su boca”. “La estás tocando”. “Acariciar su cabello”. “Lo estás acariciando”. “Paula te siento dentro”. “Te estoy dentro”. “No me dejes Paula”. “No te dejo”. “Me encantaría tirarte fuerte”. “Tírame fuerte”. “Contra la pared”. “Tírame donde sea”. “Me muero de placer”. “Sigue”. “Quisiera ir a tu casa y verte en la cama con otra”. “Estoy en la cama con otra”. “Te está comiendo”. “Me encanta que me coma”. “Quiero que me mires”. “Te miro”. “Te sigue comiendo”. “Me encanta”. “Me tumbo a tu lado, te como el pecho”. “¡Sí!”. “Le digo que siga”. “¡Sí! ¡Sí!” “Bajo. Ahora bajo a buscarte con mi lengua”. “¡Sí!”. “Te entro con los dedos”. “Me vuelves loca”. “Te como por atrás”. “Sigues”. “Dime que me quieres”. “Te quiero”. “Te estoy tirando como una loca”. “Dime que me quieres”. “Te quiero”. “Tócame el culo”. “Me encanta tu culo”. “Despacio, éntrame despacio”. “Quisiera entrarte fuerte”. “Éntrame fuerte”. “Estoy celosa de ti”. “Tienes que estarlo”. “No quiero que tires con nadie más que conmigo”. “No digas tonterías”. “Dime que me quieres”. “Te quiero”. “Dímelo que me excito”. “Te quiero”. “Dame tu placer. Quédate conmigo…”. “Me quedo”.

Me quedé tumbada a su lado, me encendí un cigarro. “¿Quieres café?”. “Sí, Lola, sin azúcar”. La vi alejarse. Me gustaba su cuerpo, me encantaba su libertad. Pensé en Paula, quería llamarla, quería decirle que la echaba de menos, que la quería, y que era feliz. Feliz de haberla encontrado, de haber pasado con ella los momentos más felices de mi vida. Paula salía con otras mujeres. Yo no tenía lo que ella buscaba. Le encantaba mi estilo de vida, pero no encajaba con el suyo. Le gustaba mi cuerpo, pero podía vivir sin tocarlo. Cuando la encontraba por la calle me decía que quería llevarme de viaje a un pueblo andaluz, o a una gran ciudad colombiana, a Londres, París, o… “¿Estás pensando en Paula?”. “Sí Lola, estoy pensando en ella”. “¿Por qué no la llamas?”. “La llamaré”. “Tiene que ser una persona especial”. “Lo es”. “Tiene que quererte mucho”. “Me quiere”. “¿Quieres volver con ella?”. “Estoy con ella.”. “¿Te llamo un taxi?”. “Ahora no, Lola. Esta noche me apetece quedarme aquí a dormir contigo”.

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Juliana.

Juliana

Post n°21 pubblicato il 26 Febbraio 2009 da viajera67

Juliana.

Eran las siete de la mañana y su auto no arrancaba. Tenía que ir al cementerio a ver a Paco. Pensó en llamar a su hijo pero si él la acompañaba no la dejaría charlar en paz. Las siete y veinte, una lluvia torrencial, un frío que le congela el aliento. Decide llamar a Juan: “hijo, mi auto no arranca, ¿podrías darle una chequeadita?”. “Mamá, son las siete, es domingo.”. “Tengo que ir al cementerio”. “Por un día que no vas, no irás al infierno”. “Tengo que cambiar el agua a las flores de tu papá”. “Con esta lluvia nadie se dará cuenta”. “Por favor, hijo”. “Me alisto y te alcanzo”.

Unos quince minutos más tarde: “Juan, ¿me prestas tu auto?”. “¿Tanta prisa tienes? Espera un momento.” “A las ocho empieza la misa”.”Es la de siempre, mamá”. De repente suena el celular: “¿Sí?… Soy yo, ah, Señor Paco, mucho gusto. Sí, una complicación con el auto, nada grave, dentro de poco voy para allá”. Clic. “¿Quién era? ¿El cura?”. “No, era un amigo”. “¿Un amigo?.¿Y qué quería?” “Charlar.” ¿A esta hora? ¿Y dónde?”. “En el cementerio. “¿Por eso tanta prisa, ¿eh?, A tu edad…”. “No soy tan vieja, hijo”. “Eres viuda, mamá”.

Por fin, el auto arrancó y la señora a toda velocidad se dirigió hacia el cementerio. ¡Vaya Juan! No hacía falta que le recordara su edad, la muerte de su esposo y los chismes de todo el pueblo. Se miró al espejo, se estiró la cara, si no tuviera arrugas le quitarían unos añitos. Llegó al cementerio, paró el auto y se arregló las cejas. Necesitaba ver a Paco.

“¡Juliana! ¡Gusto verte, temía que no llegaras! ¡Este corte de pelo te queda divino!”. “¿No te parece exagerado?” “Para nada, mi vida”. “No hables así que todo el mundo nos mira”. “¿Almorzamos juntos?”. “Espera, tengo que cambiar el agua a las flores”. “¿Con esta lluvia? Bueno, mujer, no me meto en tu vida.”

Juliana se dirigió al patio central, había poca gente, pero se sentía observada. Pensó en su vida, en la vida pasada al lado de un hombre que nunca la invitó a dar un paseo por la playa. La felicidad era ver crecer a sus hijos, arreglar la casa, chismosear con sus amigas. Cambió el agua a las flores con el cuerpo manchado de lluvia. Miró la foto de su esposo, guapo, hace cincuenta años pensaba que era el hombre de su vida.

Le sonó el celular, era Juan: “Dime hijo”. “Mamá, te esperamos en la casa de campo para almorzar”. Silencio. “¿Mamá?, ¿Dónde estás?”. “En el cementerio”. “¿Todavía?”. “Hijo, dejémoslo para otro día, hoy prefiero descansar”. “¿Estás sola?”. “!Claro que sí!”. Su hijo nunca la invitaba a comer a su casa, menos el domingo. Quería alejarla de Paco, no soportaba verla feliz.

Se dirigió hacia su auto, allí estaba el hombre que la esperaba. “¿Entonces? ¿Qué planes?”. “Llévame donde quieras, tengo día libre”. “Así me gusta, mi vida”. En el auto Paco le sonrió, le tocó la cara, luego la pierna. “Estás muy guapa, Juliana”.

A las ocho de la tarde regresaron a recoger el auto. El cementerio estaba cerrado, ya no podían. Juliana se sintió culpable y feliz como una niña. Había pasado un día divino, ¿cómo olvidarlo?. “¿Me llevas a la playa, Paco?”. “¿A la playa? ¿A esta hora? ¿Y si vuelve a llover?”. “¿Qué más da? ¡Con lluvia o sin lluvia la playa es linda igual!”. “¿No habías quedado con tu amiga?”. “La llamaré luego. Estoy harta de soñar la vida, hoy deseo vivirla.” “¿Segura?”. “Anda, arranca el auto y vamonos de aquí”.

Alguien los vio partir a toda velocidad. Se cuenta que Juliana nunca más volvió a cambiar el agua a las flores de nadie.

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Grace

Grace.

Post n°22 pubblicato il 26 Febbraio 2009 da viajera67

Londres 1914.

Una noche de verano Grase vino a buscarme. “¡Han detenido a las compañeras, han cerrado nuestro periódico, tenemos que hacer algo!” “¡No podemos hacer nada, la policía te está buscando!” . Grase tenía un par de ojos verdes que me volvían loca. Me gustaba cuando escribía un panfleto, lo distribuía por las calles, se peleaba con la policía. Luego salía de la cárcel y organizaba la lucha. “Grase, ¡párate un momento!, Tienes que descansar. ¿Te apetece un viaje a París o una vuelta por el barrio?”.

Grase me cogía de la mano, me llevaba a las marchas, me besaba por las calles, “descansaré, mi amor. Pero si nos detienen, no te preocupes”. Se me helaba la sangre. “¿Van a organizar algo?”. “Vamos a lanzar piedras en Dowing Street, en la residencia del Primer Ministro, luego iremos a encadenarnos a las rejas del Parlamento. Quiero sentirme libre, en la cama, en la calle, en la vida.”

“¿Me prometes que no habrá otra huelga de hambre?¡Has adelgazado un montón!”. Y Grase me hablaba de la marcha de las treinta mil en Hyde Park, de las mujeres que en el teatro pegaron a los policías con bolsos, sillas, paraguas. Se emocionaba, cuando me contaba eso. “La batalla de Glasgow, quemamos media ciudad. Entramos en los Jardines Botánicos de Kew y destruimos orquídeas: ¡Las orquídeas pueden ser destruidas, pero el honor de las mujeres no!. Queremos vivir, viajar, votar, votar… ni siquiera podemos votar, ¿te das cuenta? “.

“Sí, me doy cuenta, ¡pero no quiero verte tan delgada!”. “Tengo que cerrar el periódico, ¿me acompañas?”. Grase me sonreía, me cogía de la mano, me hablaba de sus huelgas de hambres. Me gusta como andas, me gusta verte cuando sales de la cárcel, cuando me sonríes entre la gente, bajo las sábanas. No podría vivir sin ti. Aunque queriendo, no podría.

Conquistaremos el derecho de voto, vamos a luchar para que las mujeres puedan viajar, estudiar, quererse bajo las estrellas. Siento tu carne, adoro tu lucha. Quisiera darte un beso, acariciar tu cuerpo, llevarte a la playa. Grase me hablaba de Emily Davison que se había suicidado por “la causa” lanzándose bajo el caballo del rey Jorge V durante el derby de Epson. Su entierro fue una de las manifestaciones feministas más grande de Londres. Miles de londinenses le rindieron homenaje. Ondeaban banderas de color púrpura, verde y blanco de las sufragistas. La policía, detuvo a la señora Pankhurst. “Regreso a la prisión para continuar la huelga de hambre y haré todo lo posible para mantener el espíritu de lucha contra la esclavitud política de las mujeres”.

Unos días después Edith Rigby entró a la comisaría de Liverpool y confesó haber provocado la explosión del Mercado de Algodón para protestar contra la detención de las sufragistas. Cuando salió de la cárcel la señora Pankhurst planificó su segundo viaje a los Estados Unidos. Temiendo una nueva detención la señora Harriet D. Johnston Wood comentó: “Si el gobierno de los Estados Unidos intenta deportar a la señora Pankhurst, provocaremos la mayor revolución del mundo: una lucha a muerte entre hombres y mujeres”. La detuvieron, pero su lucha fue un ejemplo para todas. Unos días después dos mujeres fueron objeto de un bombardeo de platos, azúcar, pan y pastel en un restaurante, mientras repartían panfletos feministas.

“Grace, le digo, ¿todo esto para qué?”. “¿Y me lo preguntas?¿Quieres seguir viviendo cómo una esclava?” Amaba sus palabras, su lucha social, su amor por la vida. Quisiera llevarte a la playa, nadar en tu piel, lanzarme en tu cuerpo. La alimentaron a la fuerza, le pusieron un tubo en la nariz, otro en la boca. Ella se ahogaba, tosía, balbuceaba. No podía estar en ninguna posición sin que los huesos no le doliesen. Y aunque su voz era tan débil apoyaba a las demás desde la ventana de su celda. “¿De dónde sacas tanta fuerza, mi amor?”

Un día obtendremos el derecho de voto, y entonces, sólo entonces, podremos viajar, ir a las marchas juntas, darnos un beso por las calles, me cogerás de la mano, romperemos cristales, quemaremos ciudades, acariciaré tu piel. Quisiera llevarte a la playa, verte nadar, perderme en tus sueños. Ahora te busco y no te encuentro. Necesito tu lucha, tu cuerpo, tu sonrisa. ¿Dónde te has ido, Grase querida?

Dedicado a Grase Roe, brutalmente torturada en la cárcel de Holloway, a principio del siglo XX, por luchar para el sufragio femenino.

 

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Està prohibido.

Està prohibido.

Post n°23 pubblicato il 26 Febbraio 2009 da viajera67
  • Esta prohibido.

  • ¿Qué está prohibido?

  • Dibujar.

  • ¿Y quién lo prohibió?

  • Está prohibido y punto. Echa estos colores.

  • Me los regaló el abuelo.

  • Ahora no puedes dibujar.

  • Le prometí un cuadro.

  • Están prohibidos los cuadros.

  • No puede ser. ¿Y hasta cuándo?

  • Hasta que yo no te diga.

  • ¿Cuándo regresa papá?

  • Regresará pronto.

  • Quiero que me enseñe ajedrez.

  • ¡Cállate! Está prohibido.

  • ¿Jugar ajedrez está prohibido?

  • Comete la sopa y vete a la cama.

  • Mamá, quiero ir a la escuela.

  • Está prohibido.

  • ¿Ir a la escuela está prohibido?

  • Si quieres te enseño algo.

  • Quiero ir al parque.

  • Apaga la luz, que ya es tarde.

  • Son las ocho, ahora regresa papá.

  • Papá no va a regresar.

  • ¡Dime dónde está!

  • Duérmete que tengo que apagar la luz.

  • ¡Dime donde está!!

  • Nos prohibieron ver a tu padre.

  • ¿Por qué mama?

  • Porque preguntaba demasiado, como tú. .

  • ¿Preguntar está prohibido?

  • Sciiii, que están llegando.

  • Quiero dibujar un cuadro.

  • Lo dibujarás cuando se vayan.

  • ¿Se irán mañana?

  • Ojalá se vayan pronto.

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Elliot

Eliot

Post n°24 pubblicato il 26 Febbraio 2009 da viajera67

Eliot.

No quería salir de su casa, esperaba una llamada. Carmen había dicho que la llamaba el lunes, era lunes y no la llamaba.”¿Se habrá olvidado?”. Tenía que salir para una cita de trabajo. “¿Y si me llama justo ahora?”.

Media hora más tarde, Paola paseaba por Tirso. La vio tomando un café con su hermana. Se emocionó. La otra desvió la mirada. Paola se acercó. “Esperaba tu llamada”. “¡Te voy a llamar uno de estos días!¡No me presiones!”. La miró de reojo. “¿Qué quieres?”. “Necesito verte. Lo estoy pasando muy mal”.”.¡Estoy ocupada!. Y volvió a sentarse con sus colegas.

“¿De qué se hablaba?.¡Ah sí! Para mí fu fundamental descubrir a Cortazar a los catorce. ¿Eliot?. ¡Abril es el mes más cruel!¿Genial verdad?”. La vio alejarse. Lo estaba pasando mal. ¿Y ella qué podía hacer?. Una hoja se le cayó en la taza. Quería pedir otro café con leche. ¡Eso le cortaba el rollo!..

“Siempre es un riesgo tomar algo afuera, ¿verdad? Pero quién no se arriesga no puede comprender el teatro de ruptura de Stanislaski, ni los existencialistas franceses. Se acordó del ritmo de su cuerpo encima del suyo, noches de locura y felicidad descontrolada. ¿Mis riesgos?. Cambiar facultad, anteojos, asiento. ¿Y los de Ustedes?

Paola se perdía al horizonte y ella no podía hacer nada. Tenía ganas de huir, romper la sonrisa de su hermana, los compromisos de su vida. Quería alcanzarla, desnudarla, sorprenderla con un tango, unos churros, un viaje a Caracas. ¿Por qué había dejado que se fuera? Pensó que aquella mujer, con su sonrisa, había marcando su vida. Tragó cerveza, cruzó las piernas, y siguió charlando como si nada.

De repente se puso triste, y no era por el sol que ya regresaba detrás de las nubes; la extrañaba, quería irse a vivir con ella, y no tenía el valor de enfrentarse a su hermana. Despertó en una cama vacía. La buscó entre las sábanas y no la encontró. Un mensaje sobre el escritorio. “Abril es el mes más cruel, me voy a Caracas. No me busques. Paola.”

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