Grace

Grace.

Post n°22 pubblicato il 26 Febbraio 2009 da viajera67

Londres 1914.

Una noche de verano Grase vino a buscarme. “¡Han detenido a las compañeras, han cerrado nuestro periódico, tenemos que hacer algo!” “¡No podemos hacer nada, la policía te está buscando!” . Grase tenía un par de ojos verdes que me volvían loca. Me gustaba cuando escribía un panfleto, lo distribuía por las calles, se peleaba con la policía. Luego salía de la cárcel y organizaba la lucha. “Grase, ¡párate un momento!, Tienes que descansar. ¿Te apetece un viaje a París o una vuelta por el barrio?”.

Grase me cogía de la mano, me llevaba a las marchas, me besaba por las calles, “descansaré, mi amor. Pero si nos detienen, no te preocupes”. Se me helaba la sangre. “¿Van a organizar algo?”. “Vamos a lanzar piedras en Dowing Street, en la residencia del Primer Ministro, luego iremos a encadenarnos a las rejas del Parlamento. Quiero sentirme libre, en la cama, en la calle, en la vida.”

“¿Me prometes que no habrá otra huelga de hambre?¡Has adelgazado un montón!”. Y Grase me hablaba de la marcha de las treinta mil en Hyde Park, de las mujeres que en el teatro pegaron a los policías con bolsos, sillas, paraguas. Se emocionaba, cuando me contaba eso. “La batalla de Glasgow, quemamos media ciudad. Entramos en los Jardines Botánicos de Kew y destruimos orquídeas: ¡Las orquídeas pueden ser destruidas, pero el honor de las mujeres no!. Queremos vivir, viajar, votar, votar… ni siquiera podemos votar, ¿te das cuenta? “.

“Sí, me doy cuenta, ¡pero no quiero verte tan delgada!”. “Tengo que cerrar el periódico, ¿me acompañas?”. Grase me sonreía, me cogía de la mano, me hablaba de sus huelgas de hambres. Me gusta como andas, me gusta verte cuando sales de la cárcel, cuando me sonríes entre la gente, bajo las sábanas. No podría vivir sin ti. Aunque queriendo, no podría.

Conquistaremos el derecho de voto, vamos a luchar para que las mujeres puedan viajar, estudiar, quererse bajo las estrellas. Siento tu carne, adoro tu lucha. Quisiera darte un beso, acariciar tu cuerpo, llevarte a la playa. Grase me hablaba de Emily Davison que se había suicidado por “la causa” lanzándose bajo el caballo del rey Jorge V durante el derby de Epson. Su entierro fue una de las manifestaciones feministas más grande de Londres. Miles de londinenses le rindieron homenaje. Ondeaban banderas de color púrpura, verde y blanco de las sufragistas. La policía, detuvo a la señora Pankhurst. “Regreso a la prisión para continuar la huelga de hambre y haré todo lo posible para mantener el espíritu de lucha contra la esclavitud política de las mujeres”.

Unos días después Edith Rigby entró a la comisaría de Liverpool y confesó haber provocado la explosión del Mercado de Algodón para protestar contra la detención de las sufragistas. Cuando salió de la cárcel la señora Pankhurst planificó su segundo viaje a los Estados Unidos. Temiendo una nueva detención la señora Harriet D. Johnston Wood comentó: “Si el gobierno de los Estados Unidos intenta deportar a la señora Pankhurst, provocaremos la mayor revolución del mundo: una lucha a muerte entre hombres y mujeres”. La detuvieron, pero su lucha fue un ejemplo para todas. Unos días después dos mujeres fueron objeto de un bombardeo de platos, azúcar, pan y pastel en un restaurante, mientras repartían panfletos feministas.

“Grace, le digo, ¿todo esto para qué?”. “¿Y me lo preguntas?¿Quieres seguir viviendo cómo una esclava?” Amaba sus palabras, su lucha social, su amor por la vida. Quisiera llevarte a la playa, nadar en tu piel, lanzarme en tu cuerpo. La alimentaron a la fuerza, le pusieron un tubo en la nariz, otro en la boca. Ella se ahogaba, tosía, balbuceaba. No podía estar en ninguna posición sin que los huesos no le doliesen. Y aunque su voz era tan débil apoyaba a las demás desde la ventana de su celda. “¿De dónde sacas tanta fuerza, mi amor?”

Un día obtendremos el derecho de voto, y entonces, sólo entonces, podremos viajar, ir a las marchas juntas, darnos un beso por las calles, me cogerás de la mano, romperemos cristales, quemaremos ciudades, acariciaré tu piel. Quisiera llevarte a la playa, verte nadar, perderme en tus sueños. Ahora te busco y no te encuentro. Necesito tu lucha, tu cuerpo, tu sonrisa. ¿Dónde te has ido, Grase querida?

Dedicado a Grase Roe, brutalmente torturada en la cárcel de Holloway, a principio del siglo XX, por luchar para el sufragio femenino.

 

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