Tanques

tanque

Post n°16 pubblicato il 26 Febbraio 2009 da viajera67

Tanques.

Cuando la miraba me parecía la persona más hermosa del mundo: sensible, indefensa, incapaz de pisar un césped, de matar a una mosca. Se quedaba por las tardes en mi cama leyendo poemas, fumando cigarros, acariciando mi cuerpo.   Luego me la encontraba conduciendo tanques, encabezando las riendas del poder que mata, humilla, encierra. Su mirada era fría, impersonal. Fingía no conocerme, pisaba vidas, sentimientos, emociones.

La llamaba, no me contestaba, sus ojos me pedían algo: ¡No rompas mis esquemas!, ¡Déjame vivir en paz!. Y entonces pensaba en la tía que no quería matar a las moscas, que acariciaba mi cara, mis sueños, y la dejaba vivir en paz. No te reconozco, no te pido que me expliques nada. No piso tus huellas.  

Luego volvía con los poemas, los tanques, y una botella de vino en la mano a buscar mi cuerpo, mi deseo, mi infinita gana de quedarme en ella. Llegó un tiempo en que decidí poner tierra bajo pies y huir de su mirada. No lo hacía porqué temía su fuerza, su poder, sus constantes humillaciones. Yo también había aprendido a conducir tanques. Pero quería algo nuevo. Nada más, y nada menos.

Me la encontré con sus amigas. Fingí no verla, para que no tuviese que elegir entre encabezar un tanque o matar a un mosquito. Podía observarla durante horas mientras fingía estar bien, aunque a veces se le notaba una mirada indefensa y vacía, y me acordaba de la mujer que tocaba el timbre de mi cama, con la sonrisa más hermosa que hubiese visto nunca. Seguía bailando, fumando, tirando, como si nada, tanques o mosquitos, mosquitos o tanque, el eterno dilema de su vida…  

Me voy, le dije, no quiero verte así. Y entonces me cogió por atrás y me dio un beso frente a todas. Por fin te has decidido. Me desperté mojada. Habíamos tirado frente a todas. Habíamos sido felices públicamente, por lo menos durante una noche. Me sonó el despertador. Era un sueño. Cogí las maletas y me fui. Dejaba esta vida. Dejaba este sueño.

This entry was posted in glenda. Bookmark the permalink.