Stanislaski.

Stanislaski

Post n°54 pubblicato il 02 Marzo 2009 da viajera67

 Simona estudiaba Stanislavski

sentada en la mesa de su casa… escuchando musica clásica, hablando de sus viajes, de su barrio, de la piel morada de su hermano, de su pasión por el teatro…

Simona sonreía, sonreía cuando pintaba las paredes de la ciudad, cuando bajaba por la calle y iba a una mani… y me contaba… me contaba de aquel dìa en el que manos fuertes la agarraron con violencia y alguien le preguntò su nombre, su apellido, la direcciòn de su casa, el sentido de su vida. Simona era feliz, feliz de haber luchado contra un gobierno facista que quitaba sentido a la lucha y color a la vida.

Simona sonreía, sonreía cuando me encontraba por la calle y me hablaba de sus sueños, de sus proyectos de vida, de nuestra increible y rara historia de amor…

Simona ocupaba., ocupaba el Ayuntamiento de la ciudad cuando el ejercito invasor americano bombardeaba Bagdad… y cantaba, cantaba con sus amigas… y soñaba… soñaba hacer teatro durante toda su vida… y estudiaba, estudiaba a Stanislanski, el teatro de la calle, el Paradise now y el Living.. y querìa… querìa a Julian Beck y a Judit Madine… y a Serena, su profesora de teatro… su maestra de vida…

Simona gritò… gritò desesperadamente cuando Serena nos abandonò sin respuesta…

Simona querìa… querìa a mi padre que le hablaba de sus noches llenas de alcohol, del color de los sueños de su hija, de las playas de su pueblo…

y paseaba… Simona paseaba por la ciudad con su bici, su walkman, su pasiòn por el teatro…

y sonreìa… Simona sonreìa cuando ocupaba casas de mujeres, cuando defendìa su estilo de vida, su pelo pintado… su amor por Stanislanski…

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Sole.

Sole

Post n°55 pubblicato il 02 Marzo 2009 da viajera67

Sole

Sole tenìa quince años. Y muchas ideas en su cabeza. Un sàbado por la tarde bajò a buscar a sus amigas para ir a una mani. Llevaba un pañuelo azul en la cabeza. Y un panfleto en el bolsillo. Los jueces ingleses estaban juzgando a Pinochet. Madrid estaba en fiesta.

La gente salìa de compra invadiendo la ciudad…

Crucé su mirada cuando se entonaba una canciòn chilena. Cantamos juntas. Sole me sonreìò.

Conocìa a su hermana. Por eso se me acercò.

Vi de repente mis años pasados en el pueblo. En el sur del sur Italia… mis viajes en autostop, mi deseo de vivir la vida, de cambiar el mundo … ocupaciones de casas, de calles, de Universidades… noches enteras pasadas a la espera de liberaciones de amigos, de presos polìticos…

Vi sus ojos que me sonreìan.

Pensé en el ejército invasor chileno, en el golpe de Estado de Pinochet, en la tragedia de la guerra civìl española, en la revoluciòn china, rusa, nicaragüense… pensé en las feministas italianas que ocupaban casas y centros sociales… en el pueblo palestino e irlandés que luchaba por su independencia… pensé en mi necesidad de dejar el pueblo, de vivir una vida diferente, de realizar mis sueños de libertad… en mis años pasados en la Facultad de Polìtica de Bolonia… pensé en su vida, en su barrio, en su ansia de coger un autobùs, de buscar a sus amigas, de manifestarse por la calle… pensé en sus ojos, en su sonrisa, en el azul de su pañuelo…

Sole se levantò a saludarme… estaba sentada en el suelo… escuchaba con sus amigas el discurso de las Madres de Plaza de Mayo… sentì la fueza y el candor de sus años… su pasiòn por la vida… su deseo de luchar por un mundo diferente…

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Un bastòn.

Bastòn

Post n°56 pubblicato il 02 Marzo 2009 da viajera67
Un bastón contra la pared marca tu territorio,


no tienes casa, duermes en la calle, nuestras miradas se cruzan cuando salgo para darme un paseo o cuando bajo a comprarme un pastel. Intento no mirarte pero tus ojos me buscan, me siento cobarde, acabo de ducharme, de preparar mis clases en la universidad, vives en la esquina de mi casa. Te miro desde mi balcón por las noches, luego cierro la ventana porque hace frío y pienso en ti. Quisiera bajar a darte una manta pero no me atrevo, nunca seremos amigas, nunca seré capaz de mirarte a los ojos.


Un gorro te protege de la lluvia y de las miradas de la gente, no sé si estás triste o alegre, si extrañas a un cuerpo que un día acarició tu piel, entro en la tienda de artesanía que está entre tu casa y la mía, cuando salgo me miras para ver si he comprado algo, con lo que llevo encima podrías comer una semana, vuelves a tenderme la mano, un vaso color naranja marca el contacto entre tu mundo y el mío, la moneda baja y sigo andando, me volteo y cruzo tu mirada.


Miro el bastón que pones entre tu cuerpo y en lo de los demás, quisiera saber quién te lo ha dado, dónde lo conseguiste, desde hace cuanto tiempo te acompaña. Tal vez lo necesites cuando te levantas, sentada en la acera de la calle nunca te vi de pies, tal vez quieres marcar un territorio que nunca fue tuyo, decir a la gente que allí estás tú, con tu casa, tu vida, tu alegría y tu soledad. Este bastón es la única cosa que te pertenece a parte la ropa que llevas encima, si pudiera hablar contaría la vida de la gente, de la que se te acerca con una sonrisa para darte algo y de la que mira por otro lado por miedo, vergüenza o indiferencia.


Hoy he bajado para hacerte una foto, sé que no es justo llevar tu imagen hasta mi cuarto, tu vida exige respecto, con mi Nikon te pagarías un cuarto, quisiera dártela pero la necesito, me sonríes, tiendes la mano, me acerco y te dejo algo. Mientras me alejo vuelvo a mirar tu bastón y pienso que tal vez lo hayas necesitado alguna vez para defenderte: de todos los que pasan por tu lado sin mirarte, de los que te miran con desprecio, de los que te agreden por la calle. Y también de gente como yo que te hace una foto, te deja algo y sigue con su vida. Tal vez un día bajaré para mirarte a los ojos, para compartir algo no mediado por tu vaso color naranja ni por tu bastón. Este día quitaré las mantas de mi cama y las bajaré para ser capaz de compartirlas contigo.

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Nadaba

nadaba

Post n°57 pubblicato il 02 Marzo 2009 da viajera67

Una niña nadaba con su padre.


Tenía siete años y no sabía nada de la vida, excepto que adoraba aquel hombre que la hacía reír y la trataba como una princesa. Su madre era fría y distante, como todas las mujeres que han vivido en una sociedad tremendamente machista y aplastante. La familia vivía con un hermano, sumiso y conformista, en un pequeño pueblo del sur de Italia.

La niña quería viajar, estudiar, vivir libre. Pero no había plata y cultura suficiente para realizar sus sueños. Entonces, cuando tenía dieciocho años se fue de casa, cerró una puerta que nunca más volvió a abrir, se fue para buscar sus sueños de libertad.

Muchas veces quiso volver atrás, regresar a aquel hogar que le pertenecía, pero sabía que hubiera sido una derrota, que el precio de la libertad lo pone la gente que nunca se mueve de casa, y tenía que seguir con su viaje, a cualquier precio.

En Bolonia ocupó casas, calles y universidades. La lucha social era su familia. Pasaba de una cama a la otra buscando cuerpos y que la hicieran sentir viva, y le quitasen de encima una cultura católico-machista que deseaba encerrarla en una jaula.

El hombre que la hacía nadar le compró una moto, un carro, le pagaba sus viajes y sueños de libertad. Ella hubiera querido vivir con él toda su vida. Ya no era una niña pero poco le importaba.

Un día él se fue y a la niña, que ya tenía vente seis años, se le cayó el mundo encima, no sabía con quien compartir su sonrisa. La buscó en todas las calles y las camas de Europa y un día encontró, en Madrid, un par de ojos verdes que la volvieron loca. La hacían reír mucho, le hablaban de arte, política y literatura y ella volvió a ser feliz. Esto fue en la Calle Cabeza, al número 33. Un día su madre la descubrió en la cama con esta persona y la echó de su casa. No soportaba verla feliz.

Estos ojos verdes un día se alejaron de ella, nunca se supo por que’, entonces ella no sabía a donde ir y decidió cruzar el Atlántico y vivir en Latino América. Aquí está, no se sabe por que ni por cuanto tiempo se quedará. Tal vez busque alguien que la haga reír, que le enseñe a nadar, que le regale una moto, y que comparta, con ella, sus sueños de libertad.

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Glenda

Glenda

Post n°58 pubblicato il 02 Marzo 2009 da viajera67
Queríamos tanto a Glenda
 
cuando volvía de viaje con su mochila llena de fotos, de sueños, de desayunos a la orilla del mar. Esperábamos a Glenda en la estación, en el aeropuerto, en la parada del metro para darle una sorpresa pero Glenda no nos veía, no nos reconocía. Entonces volvíamos en silencio a nuestras casas hablando de ella sin necesidad de hablar de ella, “ha cambiado mucho nuestra Glenda, ¿verdad querida?”

Sonaba el teléfono. “¿Lo coges tú Samanta?” Se levantaba Julia: era Glenda. Todas volvíamos a esperar algo. No se sabe qué. “Hace mucho tiempo que no las veo, las he echado de menos. ¿Dónde han estado?” Entonces Glenda venía a buscarnos y todo volvía como antes: tazas, colillas, fotos, desayunos a las cuatro de la mañana, a las dos de la tarde. “Has vuelto para quedarte, ¿verdad querida?”

Hablábamos de todo: de libros, de viajes, de cines, de teatros. Pero nunca de nuestros silencios cuando te ibas. Nunca del ruido de tus pasos cuando bajabas por la escalera, de nuestras miradas cuando sonaba el teléfono o cuando alguien tocaba el timbre de la casa.

Glenda se despedía de nosotras. “Llamadme más a menudo. Me ha encantado verlas”. Pero Glenda nunca nos regaló una postal, ni un juguete de viaje, ni una foto-recuerdo. Nos mirábamos en silencio, nos despedíamos como siempre. Te queremos mucho, Glenda.

“Podríamos viajar juntas, ¿qué les parece? Nueva York, París, Salamanca para un puente no estaría mal, llamadme por si acaso”. ¿Por qué no en Chueca o en Malasaña mañana por la mañana Glenda querida?

Todas pensábamos en lo mismo, pero nadie decía nada. Nos gustaba tu sonrisa. Nos dejabas mucha alegría. Y un vacío garrafal. ¿Nueva York, París? ¿Por qué no nos invitaste a tu fiesta de cumpleaños el sábado por la tarde?

Nos gustó mucho tu viaje a Berlín. Pero Julia no fue a Berlín porque esperaba ir contigo, “¿Te acuerdas de cuándo te hablaba siempre de Berlín?” De repente no se habló más ni de Berlín ni de la Alemania entera. Y nadie se preguntó por qué. Poco a poco dejamos de hablarte, de buscarte. Incluso de desearte.

Una vez te vimos en la parada del bus. Nos miramos en silencio. No hablamos de nada. Ni de tu belleza, ni de nuestro dolor. No tenía visibilidad. Lo habíamos encerrado en el armario. Como nuestra misma historia, Glenda querida. Hablábamos siempre de todos los armarios del planeta pero nunca del nuestro.

Queríamos mucho a Glenda. Y tanto que el amor es ciego al final acabamos queriendo a su mismo armario, a nuestro mismo dolor, a nuestros silencios, a su misma vida encerrada en el armario.

No te vimos, Glenda. Empezaste a ser transparente. Nuestro dolor empezó a flotar, a salir del armario. Era muy grande nuestro dolor. Más grande que nuestro mismo armario.

Te queríamos mucho Glenda. Mucho más de lo que te imaginaste. Pero no quisiste descubrir lo que nos esperaba fuera del armario. Tal vez no nos esperaba nada, pero… aún así, merecía la pena salir del puto armario

aunque cuando jodimos la historia; aunque cuando jodimos y jodemos por placer, dolor, alegría, felicidad; cuando jodemos y punto, siempre merece la pena salir del puto armario, ¿o no

Glenda querida?.

No me digas qué te enamoraste del armario. No me jodas así. Asì no, amor mío…

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Vos

Vos

Post n°59 pubblicato il 02 Marzo 2009 da viajera67

 Vos

Un día me dijiste que te ibas, que me dejabas y se me cayó el mundo encima. Pensé que era cuestión de tiempo, de espacio, pero ni el tiempo ni el espacio me permitieron olvidarme de vos.

¿Dónde está?, ¿dónde se ha ido?, todo lo que hacía, soñaba y pensaba, me conducían a vos. Un día conseguí tocarte, abrazarte, y no sentí nada. ¡Me cago en la leche! Pensé que estaba muerta. Sólo la muerte podía alejarme de vos.

Toqué otros cuerpos, soñé otros sueños, pero ninguno me daban lo que me dabas vos. Escribí un cuento y no lo dediqué a vos. Ya no era un cuento. Y ya no estaba con vos.

Pasaron lo años y llegó el 31. Final de mes, final de siglo, y ya no lo festejaba con vos. Vos viviste, soñaste y amaste con vos, y yo ya no podía vivir más sin vos.

Me llegó una postal y me alegré por vos. Pero yo ya no viajaba con vos. Estaba sola. Y sola sin vos no era lo mismo que sola con vos.

Me fui a otra ciudad, conocí a otra gente, aprendí otros idiomas, viví miles de otras historias, y siempre y solo soñaba con despertarme con vos.

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Si pudiera.

si pudiera

Post n°60 pubblicato il 02 Marzo 2009 da viajera67

Si pudiera vivir nuevamente mi vida, me acercaría más de prisa a tus ojos, buscaría el sabor y el olor de tus labios, leería más libros, haría más viajes, te diría en una tarde de agosto, “no te asustes si no sabes quién soy, como me llamo, adonde vivo, no te asustes, por favor, si te digo que te quiero. Lo sé, no te conozco, pero sé que te quiero, y no puedo esperar mañana ni pasado mañana para decirte que te quiero. Y ya sé. Ya sé que has leído muchos libros, que has soñado muchos sueños. Ya lo sé. Se te ve en la cara, se te ve en la sonrisa. Ya sé que tocas la guitarra, que paseas mucho por la ciudad y que te gusta mucho el mar. Ya lo sé. Ya sé que me siento perdida frente a tu mirada. Ya lo sé.

Lo siento mucho si te sientes incomoda in este momento. Pero no puedo mirar a otro lado. No puedo. Ya sé que no puedo. Y sé que si pudiera vivir nuevamente mi vida, me gustaría encontrarte en Almería, en la playa desierta de San Pedro. Tú, mujer de arena, que esperas que llegue la noche para mirar las estrellas del mar y sentir las olas del viento. Ya sabes que llegaré a buscarte, no sabes como, no sabes cuando, pero sabes que un día llegaré a buscarte. Ya lo sabes, ¿verdad?

Paseando por las calles de Madrid pienso en tu mirada, pienso que me gustaría encontrarte por la noche, y sí que estoy en tu barrio, que estoy cerca de tu casa, pero tal vez estés dormida, tal vez estés en otro lado. Y estoy leyendo un libro de pasión, un libro que habla de la historia de un tío que se enamora de una mujer misteriosa y la busca, la busca desesperadamente en cada rincón de su alma. Un amore folle. Una passione che ti cambia la vida. Tengo que leer este libro, tengo que comprarlo aunque haya entrado en la librería para “la vida es sueño” de Calderón de la Barca. ¡Sí! La vida es sueño, pero las pasiones te ayudan a vivir los sueños. Entonces voy con las pasiones, y Yolanda me dice que este autor (Antonio Soler) está de moda. Y yo también quiero estar de moda. Entonces voy a comprarme un traje de verano porque mañana tengo que salir y entrar en un sistema llamado FIAT y quiero sentirme a gusto! Y no! Ya sé que no me he comprado el traje por esto! Lo he comprado porque tú me diga que te gusto, que te gusto mucho y que soy divertida como cuando te imagino en un campo de margaritas desajollando hojas te quiero-no te quiero, te llamo-no te llamo. Es éste tu campo, amore mío? Sí! Lo de al lado lo acabé la semana pasada! Jolín cuánto te quiero!

Y si pudiera vivir nuevamente mi vida me gustaría haberte conocido cuando era una super militante roja y feminista en una ciudad desconocida del Sur de Italia, cuando tenía quince años y pensaba que era justo bloquear los trenes de la ciudad para impedir la construcción de la central nuclear, o cuando tenía veinte y pico años y pensaba que era justo ocupar las universidades para impedir la privatización de la cultura. Era justo. Era justo luchar. Era justo dejar el mar de mi pueblo para encontrar, en Madrid, la playa de tus ojos. Era justo encantarme con tus manos llenas de música y de sueños en una casa ocupada de mujeres. Eran tus manos, eran solo tus manos. Eran tus sueños, eran sólo tus sueños.

“Me habías cambiado. No, tú no esperabas, tú ibas al encuentro de las cosas; te inventabas los días. No te aguardabas a ver qué te depararía la próxima jornada. Entrabas en ella a saco, la forzabas a ser; la magnificabas, la consumías con fruición. Provocabas, incitabas, creabas. En pocos instantes, la habitación quedaba revuelta, modificada. Ponías tu música y nos tumbábamos allí. Era delicioso. Ofrecía tantas sugerencia aquel revoltijo incalificable. ¿Un almacén? ¿Un campo de refugiados en oriente? Imposible imaginar que aquello pudiera volver a su orden perfecto de origen. “¿Pero bueno, mujer, ¿es que nos hemos trasladado también de existencia?”

Si pudiera vivir nuevamente mi vida me gustaría encontrarte en Madrid, en una casa ocupada de mujeres. Me gustaría verte tocar la guitarra con un grupo de amigas. Me gustaría decirte en la escalera de mi casa, unos días después, que te quiero, que no te conozco, que no sé cómo te llamas, no sé cómo vives, no sé que sueñas, pero te quiero. Sólo sé que te quiero.

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A veces.

A veces

Post n°61 pubblicato il 02 Marzo 2009 da viajera67

A veces me da por llamarla ¿qué tal te va todo, corazón?” Y no es que echo de menos todo aquello, no es por eso que te llamo, es que tenía un carrete viejo guardado en un cajón, un día no sé por qué lo llevé a revelarlo e descubrí fotos con paredes y calles que llevaban tu nombre.

Ahora me las encuentro en el alma y me pregunto ¿qué coño hago yo con todo esto? Un día le hubiese escrito una poesía, un relato, la hubiese esperado bajo la cafetería de su casa, le hubiese hecho una sorpresa… mira, amore mío, mira lo que he hecho por ti. Ella me hubiera sonreído, dado un beso, me hubiera dicho que le encantaba verme, que… ahora no. No puedo llamarla para eso, queda patético, ya lo sé. No puedo escribirle poesías ni relatos, no puedo decirle que un día la quise. También eso queda patético.

¿Qué hago? Si las dejo en el mismo cajón en el que estaba el carrete queda un poco feo. La historia de una foto, un deseo, una emoción, de un momento vivido entre tú, yo, mi cámara, las calles de Barcelona, los sueños de mi vida, las paredes de tu ciudad pintadas de azul, todo eso encerrado en un cajón. No puede ser. Eso también queda patético.

¿Qué hago? ¿La llamo entonces? ¿Te acuerdas de aquellos día en los que paseábamos juntas por Madrid, cuando me despertaba con tu olor, tu sabor, tu deseo? ¿te acuerdas principessa?

Aprendí a escribir, leer y hablar contigo. Ahora me pagan por eso, ¿te das cuenta amore mío?. Pues nada, es que aquel día en Barcelona pensaba tuviese el mundo entre mis manos, era feliz, me sentía como… no, esto no.. esto alguien me prohibió decírtelo.

Entonces nada, mi amor, nuestra “ciambella” no salió col “buco”, esto es. Y me gusta encontrarte por casualidad y escucharte sin tener que ser nada más-nada menos de la que soy: “Una ciambella senza buco”. Y pienso que le ciambelle senza buco a veces son bonitas. Son irregulares, no salen bien, te da por tirarlas, por comértelas en la cama por la noche mirando la tele, no haciendo nada especial pero al mismo tiempo haciendo algo, te da para darlas a un huésped no deseado, te da por deshacer todo y empezar desde cero para hacer una Verdadera “Ciambella con buco”, de estas que salen Perfectas, que presentas a los amantes, a los amigos, con un “buco” regularííísimo, como la O de Giotto.

Pero al fin y al cabo estas tampoco te gustan y te emocionan y no sabes por qué, y echas de menos a las otras, a las pequeñas, imperfecta, irregulares, a las que no sabes donde poner y al fin y al cabo pones en todas partes, a las que te hacen sentir verdaderamente libre y feliz, y cuando te sientes así no te preguntes por qué, no te preguntes nada por favor, la libertad es un momento, no te va a salir otra igual, las otras serán Perfectas, no habrá otra como ésta, esta pequeña, indefensa, irregular “ciambella senza buco” che al final no sabes por qué la reservas para los momentos verdaderamente importantes de tu vida. Los irregulares. Los inalcanzables. Los que te hacen llorar. Los que nadie olvida nunca.

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Respuesta.

Respuesta

Post n°62 pubblicato il 02 Marzo 2009 da viajera67

Respuesta 

Se volvieron a ver después de varios meses. La estaba buscando en cada calle, en cada esquina, en cada rincón de la ciudad. Y no la encontraba. Había desaparecido. Había cambiado casa, numero de teléfono, estilo de vida. Era feliz? La echaba de menos? La otra estaba volviendose loca. Porqué no me llama, porqué no me busca, porqué no me dice por lo menos que no me quiere más?

De repente la vió en un sitio de ambiente. Estaba sentada con la que podìa ser su novia, su ex novia o su intima amiga. Se quedó paralizada. Estaba allí. Entonces existía. No era una creación de su fantasía. Se le acercó. Qué tál te va? Bien. Y tu qué tál con tus nuevos rollitos? Rollitos? No se lo podía creer!… Como podía preguntarle esto? Como había podido no oir su grito desesperado de dolor? Como podía ser tan idiota? Estaba mál. Pensaba siempre en ella. La hechaba de menos. Tenía citas con la sicóloga cada semana. No controlaba su cuerpo, su mente, sus emociones. Estaba destrozada. La ultima vez que la había visto la otra le había pedido tiempo para pensar. Para pensar si la quería o no. Para pensar si quería una historia libre, cerrada, circular, abierta, semicircular o como sea… Y habían pasado varios meses. Quanto coño de tiempo necesitaba para pensar?

Qué tál te van tus rollitos? Como podía preguntarle eso. Ni siquiera había tenido el valor de dejarla, de dejarla libre de enrollarse con quien le daba la gana. Cada vez que un cuerpo se le acercaba pensaba que la estaba traicionando: no, no puedo, le tengo que dar tiempo. Pero cuànto tardaba ese tiempo? Cuanto necesitaba para decidir si la querìa o no? Ella miraba el techo, se encendía pitillos, y esperaba, esperaba.

Todo el mundo sabía que la otra habìa vuelo con su ex, pero ella no se lo creìa. Son amigas, salen como collegas, si hubiese vuelto con la otra me lo habría dicho. Qué tál tus rollitos? Ni se levantó de la silla. Ni le preguntò de verdad como estaba. Ni le dijo nada cuando la vió alejarse. Solo bajò la mirada, la bajó con vergüenza. Luego tocó a su amiga para consolarla. Tranquilla, tranquilla, estoy contigo!, ahora se va! Si quieres llamame a casa de mis padres, luego te vuelvo a llamar cuando tenga tiempo. Por qué no me daba el teléfono de su casa?.Por qué no me decía donde vivía?Cuanto tiempo necesitabas para pensar?. No tuviste ni el valor de decirme que habías vuelto con tu ex. Y yo que esperaba como una idiota tu respuesta, tu puta respuesta.

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Jane.

Jane

Post n°64 pubblicato il 02 Marzo 2009 da viajera67

Me llamo Jane…

Me llamo Jane, tengo 31 años, soy cinturòn azul de karate, no tengo trabajo fijo ni casa propia, pero me gusta como andas.

no te puedo invitar a cines y teatros, ni te puedo hablar de arte, literatura, política, pero mis ojos son verdes, y te quiero, solo sé que te quiero…

no tengo piscina en mi casa, ni tu cara en mi cama, pero tengo dudas y ideas, y muchos pajaros en mi cabeza.

mis piernas andan por la ciudad, pero no saben donde andan tus sueños.

 

he alcanzado metas inalcanzables, pero no el fondo de tu alma ni el verde cristalino de tus ojos.

Me llamo Jane, tengo 31 años, soy francesa y vivo en Madrid, llevo una vida precaria, no tengo nada que ofrecerte, pero te quiero, sòlo sé que te quiero.

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