Lago.

Lago

Post n°38 pubblicato il 26 Febbraio 2009 da viajera67

Describa un lago visto por un hombre joven que acaba de cometer un asesinato. No mencionar el asesinato.

Llegó corriendo al gran lago. Cruzándolo podía alcanzar un país amigo, contactar gente que hablaba su misma lengua, luchar por una causa común. Tenía unos pocos soles que le alcanzarían para comer algo o comprarse una cerveza para soportar el frío de la noche. Pensó en sus cinco hijos. A esta hora de la tarde estarían reunidos en su casa comentando las noticias del día.

Felipe estaba cansado, tantas cosas le habían pasado durante los últimos días. Quería sólo descansar a la orilla del lago más alto del mundo, quedarse en una isla unos días para que la tensión bajara. La carretera estaba bloqueada y tuvo que recorrer veinte Km. andando. Tenía la ropa sucia y poca plata en el bolsillo.

No se arrepentía de nada, pero lo que había hecho era grave, ahora se daba cuenta. Cuando era niño salía con su tío, de noche, a pintar las calles de la ciudad. Una hoz y un martillo con eslóganes de una revolución que Felipe nunca vio. Gente en la cárcel, procesos sumarios, represión continua. Luego el silencio, el largo silencio de los años del chino. Y miedo, mucho miedo, porque cualquiera podía acordarse del “niño rojo” y denunciarlo por venganza.

Ahora tenía la camisa manchada de sangre, pero era un hombre y no podía llorar. Mucha tensión acumulada en los años, tantas cosas que no pudo hacer, decir, ni pensar. Él que enseñaba filosofía, tenía tantos sueños, pero no sabía con quien compartirlos. Era peligroso mencionar su misma profesión, buscar un libro, o pedir un consejo. Si este es un hombre, que Dios nos salve.

De vez en cuando Felipe buscaba el lago para encontrar una paz interior que nunca tuvo. Su pueblo lo había traicionado, la gente había dejado de luchar, criticar, incluso de pensar. Él mismo se había volcado en su vida privada y, a veces, se detestaba por eso. No que no quisiera a sus hijos, pero esta era otra historia. ¿Dónde se habían quedado los sueños de acabar la maestría de filosofía del derecho en Buenos Aires? Allí también los milicos habían tomado el poder, 30.000 desaparecieron como nada, pero las madres habían tomado la plaza con sus pañuelos blancos, exigiendo justicia por sus hijos.

Paz y justicia, era lo que Felipe quería, pero ahora buscaba agua para quitarse el sucio de encima. Fue una decisión del pueblo, esto pensaba, pero el pueblo a esta hora de la noche estaba cómodamente mirando la tele o acostando a sus hijos. Sólo el lago, podía darle lo que necesitaba. Hacía mucho frío cerca de Ilave. Se lavó los pies, luego las manos y el tórax; sucio, seguía sintiéndose muy sucio. Se mojó la cara, los brazos, pero el sucio no se iba. Necesitaba limpiarse el alma. Se lanzó al agua y casi no sintió nada. Fría como la muerte, estaba allí que lo esperaba.

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