Republica.

Madrid, mayo del 2008.

República

Corría el año ’77 en España y un pueblo entero se sentía libre de manifestar contra un régimen que había quitado color a la vida de la gente. Se había soñado en blanco y negro durante cuarenta años. Franco había muerto en la cama. Nadie lo había matado con sus piedras, sus manos, sus fusiles. Nadie lo había colgado de pies, como se cuelga un cerdo, símbolo de un poder que oprime, que humilla, que aplasta.

Mussolini había sido justiciado en Milán, en la misma plaza Loreto. El “DUCE”, el hombre de la conquista de Abisinia, del pacto de acero con el fürer, moría colgado de pies con su amante, Claretta Petacci, en el mismo lugar donde unos meses antes veinticinco antifascistas habían dado sus vidas por la libertad.

Hacía frío en Madrid, era noviembre, pero la gente salía por la calle a festejar. Fuese como fuese, Franco había muerto. La gente soñaba con la República. La heroica república española que había resistido durante tres años a los bombardeos de media Europa.

La guerra civil española fue un símbolo para todos los antifascistas que llegaron desde los rincones más perdidos del mundo a defender un sueño de libertad perdido. Comunistas, trotskistas, católicos, anarquistas y liberales, se juntaron a las brigadas internacionales, a las milicias antifascistas para defender un pueblo en lucha por su libertad.

Murieron de pies soñando un mundo lleno de colores. Se festejaba por las calles de Madrid, de Bilbao, de Barcelona, de Cádiz. Se soñaba la República. El pueblo podía volver a ser soberano y dueño de su propio destino. Dolores Ibarruri podía volver a abrir las celdas de las prisiones franquistas.

Se luchaba por la Amnistía y por un cambio de régimen. Santiago Carrillo se quitó su peluca, el PCE fue legalizado pero ya no se habló más de República. La España volvía a ser una Monarquía, y la Casa Real símbolo de la soberanía del pueblo español.

En Madrid, en la Ronda de Valencia los estudiantes luchaban contra todos los opresores y soberanos del mundo, contra toda la falta de color que los había acompañado desde la cuna. No sabían que era la libertad, nunca se habían despertado con ella, pero luchaban para defenderla. La policía abrió el fuego. Dos de ellos, dejaron su sangre por las calles de la ciudad.

En Italia se proclamó la República. El primer articulo de la constitución afirma que el pueblo es soberano y los niños lo aprenden de memoria cuando tienen cinco, seis años. No saben que significa, pero un día, paseando por las calles de Milán, aparcando en la centralísima plaza Loreto, lo aprenderán.

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