Militancia

por qué se milita?

Post n°88 pubblicato il 02 Marzo 2009 da viajera67

 Madrid, mayo del 1999. 

¿Por qué se milita? No militamos porque hemos leído a Marx o a Bakunin, y tampoco porque nuestros padres nos dijeron que tenìamos que hacerlo. Nunca se milita con la cabeza. Nuestra cabeza explota cuando tenemos que soportar una represión, una despededa laboral, una amenaza por la calle. Nuestra cabeza nos dice “vaya, ¿dónde te has metido? Si hay una militancia justa, coherente, que dure toda la vida, esta es una militancia que se siente en el estómago, es allì que está la medida de nuestra militancia.Si un militante nos habla los libros que ha leído, de las casas, de las calles que ha ocupado,  este militante nos está hablando de algo diferente a la militancia. Si no sabemos porque un/una militante milita no sabemos nada de él/ella.

¿por qué la gente milita y luego desaparece? ¿por qué no somos capaces de soportar los “costes” de la militancia? ¿es la militancia una fase juvenil de rechazo al sistema? y luego… ¿por qué luego el sistema nos atrapa? ¿hemos estado alguna vez, realmente, en contra del sistema?Si no te digo que a los quince años me emocioné cuando ocupamos una estación feroviaria cerca de mi casa porque querían construir una central nuclear no te estoy diciendo nada de mí. Me acuerdo todavía de la emoción que prové cuando la gente bajó del tren. !estaban furiosos!, ¡los malditos ocupas!.. tenemos que irnos a Milán, a Bolonia y Venecia.. pues nada, ¡de aquí no nos movemos!

Parar el tiempo, esto es el sentido de la militancia. Parar el “gran reloj”, el tiempo del sistema, parar la ansiedad que nos impone correr, no se sabe hacia dònde pero sabemos que tenemos que correr!… Acabar una carrera, buscarnos un buen trabajo, viajar por el mundo, leer libros, tener amantes, historias, vivir “intensamente”, salvo un día pararnos a preguntarnos: “¿es realmente ésto lo que quiero de mi vida? Me acuerdo que cuando ocupamos la universidad la gente estaba ob-se-sio-na-da porque no podía hacer “sus” examen, estamos perdiendo tiempo, de-ma-sia-do tiempo. "Había planificado dar cuatro examenes en tres meses y ahora, ¿ahora qué hago?" y me acuerdo de cuando quedé con una “amiga” que me había quitado el puesto de trabajo “¿por qué, le pregunté, por qué lo hiciste?” . Porque había programado ganar un tot de dinero en un tot de tiempo, pensaba que me saliese otro curso, como no me salió cogí el tuyo. Vale, perdiste una amiga y ganaste un talón

Y sí que me emocioné cuando ocupamos la estación ferroviaria en el pueblo cerca de mi casa, ademàs mii madre tenía una lavandería, mi padre se bebía la mayor parte del dinero que circulaba en casa. Me acuerdo de la gente pija que llevaba su ropa a la lavandería de mi madre. Esta gente entraba en la tienda con una aria de superioridad que te cagas, empezaba a hablar de viajes, de “fiestas”, de cenas en restaurantes… ¡y luego re-ga-te-a-ba sobre el precio de la ropa! “¿tanto vale? ¡si es sólo para lavar, planchar, arreglar un poquito las mangas!… yo también tengo la lavadora en casa ¿qué se cree Usted? Aquel dinero nos servía para lo ba-si-co: comida, zapatos, ropa, libros… libros para intentar alcanzar un sueño de libertad negado, para intentar viajar, por lo menos con la fantasía. Esta gente cuando se iba se despedía con una sonrisa: habían regateado lo suficiente. Eran incluso gentiles: conmigo, con mi madre, con la gente que entraba en la tienda y educados, muy educados.  Y te miraban, esa cosa como: pobrecita, que te vaya bien, esa cosa así. No te decían nada pero esas miradas no podía quitarmelas de encima.  

Luego leí a Marx, a Bakunin, a Rosa Luxemburgo, aprendí que era el comunismo, el anarquismo y la lucha de clase, pero ¡la mirada de esa gente! Y ocupamos casas, calles y universidades… y se hablaba de todo y no se hablaba de nada porque es muy diferente el militante que lucha porque descubre a Marx, a Bakunin y el que lucha porque tiene que quitarse miles y miles de miradas de encima. Cuando te conocí me quitaste de golpe todas las miradas “acumuladas” en años de vida y de militancia. Me sentí libre, feliz. Mis sueños de libertad, miles de libros leídos para perderme, un día, en el verde de tus ojos. Cuando me dejaste me devolviste de golpe todas las miradas acumuladas en los años. Mientras tanto, pues nada, la hostia,  quererte, estar contigo fue la hostia.  Paré el tiempo estando contigo.

Y cuando la gente me dice que he perdido demasiado tiempo le contesto que enamorarse, luchar, escribir cartas, sonreír a la gente por la calle no es perder tiempo. Perder tiempo es hacer las miles y miles de cosas que no nos apetece hacer, vivir las pasiones no es perder tiempo, para mí no lo es. Y me acuerdo de un día, en Bolonia, en el que nosotros, los compañeros, estábamos perdiendo una asamblea política importante, habíamos decidido ocupar la Facultad y los fascistas se habían organizado con sus “trupas cameladas”: intervención tras intervención, no se sabía que hacer. La situación era dificil. Alex, el lider del “movimiento” estaba desesperado. Samanta, la situación està complicada, “hemos decidido” inscribirte como última intervención, luego se vota para la ocupación. Nada de discursos ideológicos, tienes que hablar en manera directa, la gente tiene que sentir lo que dices, nos estamos jugando la ocupación, confiamos en ti. Cogí el micrófono, hablé con el alma, en manera clara y directa y llegué al alma, al alma de la gente. Cuando acabé mi intervención casi no hacía falta votar, la gente se levantó, aplaudiendo se levantó, cruzé la mirada de Alx… “¡eres la hostia, tía!”. Alex era de familia burguesa, tenía una preparación política im-pres-sio-nan-te.
 

Alex fue mi preparador político, mi estimulo intelectual durante todos los años en que viví a Bolonia. Nunca me faltó dinero a su lado y fuímos muy felices, Alex y yo. Alex leió un comunicado excelente, durante el proceso a la Pantera, era uno de los cinco super-imputados acusado de haber promovido, dirigido y organizado en intero movimiento: "allí estaba, Señor juez, allí me encontraba… eres la hostia, tío, la hostia. Y me acuerdo de cuando, en la Facultad, la gente se levantó, aplaudiendo, y me abrazó. Pensé en mi padre, pensé en él. No podía llamarle, no podía tocar su cuerpo,… cuantas veces, cuantas veces me he preguntado, en estos años “¿qué será ahora del cuerpo de mi  padre?” Cuando me conociste era esto, piccolina, no sabía expresarlo, no hablaba tu idioma, pero cuando me buscabas, cuando me tocabas, cuando me mirabas a los ojos sabía que sentías toso esto, ¿verdad que lo sentías?  Hay momento en los que el silencio lo dice todo. Revolucionaste todo en mí, revolucionaste todo, y todo es todo…

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