Las tres.

Las tres

Post n°31 pubblicato il 26 Febbraio 2009 da viajera67

El día de mi cumpleaños llegué a una fiesta de tías. Bailé con amigas, desconocidas, eché un vistazo a mí alrededor. Vi a Julia que me buscaba con los ojos, bailamos juntas, empezó a tocarme la cara, las manos, las piernas, “no es que tu novia”, “feliz cumpleaños, querida”, y me besó en los labios. Empezó a mirarme, a sonreírme, cada vez que me daba la vuelta, cruzaba sus ojos. “¿Te gusta alguien?” “Todavía no lo sé, acabo de llegar, Julia.” “Estás con alg..?” “Me gustas tú.” Me cogió por detrás, empezó a bailar conmigo, me besó el cuello, cerré los ojos, me sentí mojada, no puede ser, eso no puede ser… me alejé de ella, me puse a bailar sola, luego volví a buscarla entre la gente y la vi… acompáñame al servicio, me dijo. Me cogió de la mano, me llevó con ella. No sabía que decirle, empezamos a besarnos, a tocarnos. Me perdí en ella.

Su novia salió del servicio y se quedó mirándonos,¡jolín, ahora me mata!, pensé, pero no me mató, cerró la puerta, sus lenguas entraron en mi boca, bajaron a buscar mi pecho, su boca, mi lengua, su pecho, cerré los ojos, su novia se fue, “nos vemos luego”, nos dijo, la cogí fuerte, “quisiera…” “ahora no, tal vez luego, ¿vale?”…

Me llevaron a una habitación, me tumbé boca abajo, empezaron con un masaje, una por los pies, la otra por la espalda, sentía sus manos, y las de Julia, que subían y bajaban por mi espalda, mis piernas, mi culo, sus manos, su boca, la reconocía, ¡era ella! Y luego no, no era ella, más fuerte, y ya no era ella, más despacio, y volvía a sonreírme ella. Sus manos, eran sus manos. Le apretaba el cuello, la besaba, bajaba a buscarme, jolín que lío. Eran sus manos. Feliz cumpleaños, querida. Era ella.

La encontré en la playa, sentada sobre una roca, mirando las olas del mar, me sonrió, me cogió de la mano, acaricié su pelo, sus labios, me encendí un pitillo. No sabía como había llegado hasta allí, a buscar mi deseo mezclado al suyo, a la orilla del mar. Se soltó el pelo, me sonrió. Sus ojos verdes me volvían loca. Me puse detrás de ella y miramos juntas los barcos que se perdían en el horizonte, apreté su cuerpo contra el mío, busqué sus labios. “No quiero que te vayas”, me dijo. “No aguanto las despedidas”. “No hablemos de eso”. Busqué su lengua y le lamí el cuello, le toqué el pecho, le acaricié el pelo. “He pensado en ti toda la tarde”, le dije, “estaba volviéndome loca, quisiera…”

Me puse encima de ella. Mi lengua entró en su boca, fuerte, siempre más fuerte. “Fóllame despacio”. Julia empezó a llorar. ¿”¿Qué te pasa?” Nada. “Fóllame fuerte, lo más fuerte que puedas”. Entonces le entré despacio, acaricié su piel, le quité los vaqueros, le mordí los labios. “Me vuelve loca estar contigo”, le dije. Mi lengua bajó a buscar su pecho, sus pezones se me hicieron duros en la boca. La toqué por debajo. Se le habían mojado hasta los vaqueros. “Átame aquí”, me dijo, “sobre esta roca, y vuélveme a buscar cada vez que lo desees. Quisiera comerte despacio, fuerte y despacio, despacio y fuerte hasta que te canses”. “No me cansaré nunca, no sabes cuánto…”, “no me digas eso”. “Te echaré de menos. No quiero que te vayas. Tócame despacio, quisiera sentir el ritmo de las olas del mar en tu cuerpo”. Le lamí el cuello, la espalda, los hombros. “Me cogió la cara, busca todas las olas de todos los mares del mundo”, me dijo, “y quédate conmigo”.

La abracé fuerte. Nos quedamos en silencio por lo menos durante un par de horas, a la orilla del mar, después vino su novia a buscarnos. “Hola, chicas, ¿qué tal?”.

La de Julia era una “relación abierta”, yo era una de sus amantes, y la amante de su novia a la vez. Lola empezó a tocarme. “No ahora no”, le dije, “ahora no puedo”, ella siguió acariciándome, sabía que pasaba algo, había demasiado silencio entre nosotras. Empecé a excitarme, no pude evitarlo, me quitó los vaqueros, mojada, ¡estaba otra vez mojada! Julia me miraba paralizada, quería y no quería verme así, se sentía culpable. También su novia tenía derecho a un polvo con su amante. Un polvo conmigo, un polvo con ella, al fin y al cabo era sólo un polvo lo que se estaban echando conmigo. Nada más, nada menos.

Julia buscó mi cuerpo, empezó a acariciarme despacio, luego siguió fuerte, siempre más fuerte, su novia no tenía que enterarse de nada, los ritmos lentos son peligrosos, me decía, me mordió los labios, “joder, tía, ¡me haces daño!”, “Es lo que quiero”, luego me quitó su novia de encima y me entró fuerte, “te quiero”, me dijo, “despacio, te quiero despacio”, me sonrió, “te echaré de menos, no sabes cuanto”, le sonreí, paremos todo esto, me hubiera gustado decirle, y vámonos a otro lugar, su novia empezó a comerme, sentía mi placer, el suyo, y los ojos de Julia que me explotaban en la cabeza. Era sólo un polvo, pensé. Un polvo en la playa, un polvo en el mar, un polvo es un polvo. “¿Te gusta?” “Me gustas tú. Estoy volviéndome loca, quisiera…” su novia empezó a comérsela, Julia no podía más y me buscaba con los ojos, con los labios. Me gustan tus labios, me dijo. Su novia tenía un ritmo demasiado rápido para nosotras. “Fóllame, Julia, fóllame”, le dijo.

Y Julia se la folló. Yo la miraba. Y Julia se la folló. Parecía una película. Me puse encima de ella y la cogí por detrás, “despacio”, me dijo, le entré fuerte, era sólo un polvo, seguía comiéndose a su novia, yo le entré fuerte, luego despacio, luego miré el mar, las olas del mar, “te quiero, te echaré de menos”, le dije. Su novia volvió a buscarme. Mi cuerpo explotaba entre sus manos.

Por la noche nos fuimos a una fiesta de ambiente. “Chicas”, les dije, “si me llevo a una tía a casa no es que os molesta?” Crucé la mirada de Julia. “¿Una tía? ¿Que tía?” “No sé Julia, una tía…”, “claro que sí, me dijo su novia, para nosotras no hay problemas…” bailando cruzaba la mirada de Julia. “Una tía, ¿qué tía?” “No sé, era de broma Julia,” “no bromees con eso, ¿vale? …”

Por la noche vino a buscarme. Acarició mi pelo, mi espalda, luego entró en mi cuerpo buscando mi deseo. “Te echaré de menos”, me dijo, me cogió la cabeza con las manos, me miró a los ojos. “Quisiera algo tuyo, me dijo, algo que lleve tu olor, tu sabor, tu deseo”.

¿Qué te pasa, tía,? Me dijo una amiga una semana después: no comes, no hablas, no sales…”, “nada…” “¿cómo qué nada? Ya te veo: te has puesto en un lío, ¿verdad? …”, “Es que la echo de menos…” “ya se te veía con la cabeza en las nubes…¿qué tengo qué hacer?…” “Nada, corazón, olvidarla y punto. Mejor así: cada una en su sitio. Le diste todo lo que le pudiste dar. No tires demasiado la cuerda si no luego no te aguanta ni Dios”.

“Tienes razón, las cuerdas son delicadas. Me acuerdo de lo me dijo Julia una noche, tumbada sobre un césped, acariciando mi pelo… “¿Y eso qué pinta ahora? Nada, no pinta nada, es que la echo de menos…”

“Bueno corazón, no rompas esta cuerda, ¿vale?”

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