Simona estudiaba Stanislavski
sentada en la mesa de su casa… escuchando musica clásica, hablando de sus viajes, de su barrio, de la piel morada de su hermano, de su pasión por el teatro…
Simona sonreía, sonreía cuando pintaba las paredes de la ciudad, cuando bajaba por la calle y iba a una mani… y me contaba… me contaba de aquel dìa en el que manos fuertes la agarraron con violencia y alguien le preguntò su nombre, su apellido, la direcciòn de su casa, el sentido de su vida. Simona era feliz, feliz de haber luchado contra un gobierno facista que quitaba sentido a la lucha y color a la vida.
Simona sonreía, sonreía cuando me encontraba por la calle y me hablaba de sus sueños, de sus proyectos de vida, de nuestra increible y rara historia de amor…
Simona ocupaba., ocupaba el Ayuntamiento de la ciudad cuando el ejercito invasor americano bombardeaba Bagdad… y cantaba, cantaba con sus amigas… y soñaba… soñaba hacer teatro durante toda su vida… y estudiaba, estudiaba a Stanislanski, el teatro de la calle, el Paradise now y el Living.. y querìa… querìa a Julian Beck y a Judit Madine… y a Serena, su profesora de teatro… su maestra de vida…
Simona gritò… gritò desesperadamente cuando Serena nos abandonò sin respuesta…
Simona querìa… querìa a mi padre que le hablaba de sus noches llenas de alcohol, del color de los sueños de su hija, de las playas de su pueblo…
y paseaba… Simona paseaba por la ciudad con su bici, su walkman, su pasiòn por el teatro…
y sonreìa… Simona sonreìa cuando ocupaba casas de mujeres, cuando defendìa su estilo de vida, su pelo pintado… su amor por Stanislanski…