La miro

La miro

Post n°65 pubblicato il 02 Marzo 2009 da viajera67

La miro desde mi cuarto,

me asombro a la ventana para oír su voz, compartir su sonrisa. Me llama mientras estoy en la pagina ciento catorce del libro de economía y entonces dejo todo y bajo a buscarla. La acaricio, pisa mi cuerpo y nos tumbándonos en el jardín mirando la puesta del sol que toca su cara. Se me ha hecho tarde, tengo que irme, me mira mientras me limpio el pelo y arreglo mis gafas. “Vuelvo pronto, lo prometo”, y me lanzo a la calle. Y allí me sorprendo pensando en ella. “¿qué estará haciendo? ¿Tendrá algo para comer?” y aunque en este mundo hay gente que se muere de hambre, hoy te compro atún, con toda mi alma.

Me llaman al teléfono y se sienta mirándome en el sofá escuchando mi voz. Nunca lo dice, se avergonzaría, pero le gusta verme reír y cuando es la mamma mejor, scrito y orale, esto le encanta. A veces se rebela, y me dice: “ya no puedo más, un día voy a mandar a la mierda tus clases de francés, tus compas feministas, y tu profe de artes marciales. Me muero por verte. Quisiera tirar la toalla y llevarte a una isla del Pacífico, una que lleva tu nombre, quedarme a solas contigo aunque fuera sólo para una noche pero sé que hasta allí buscarías tu lesbo-chat y tu clase de guitarra, te conozco.

Y lo que me jode es que me gustas así como eres, no te cambiaría con nadie y tengo miedo a decírtelo. Cada vez que te alejas cuento los pasos de tu regreso, y lo que quiero es esperarte para compartir tu vida. Lo sé que puedo pisar tu jardín, trepar tus ramas, es un privilegio despertarme a tu lado con toda la lista de la chat de los cojones, pero estás en la pagina ciento catorce de tu libro de economía y esto también me jode, tengo que llamarte para que cierres tu libro, Bayly la mujer de su hermano, Julia para un mundo de Alfredo que no se qué, Simon Bolívar el Libertador, y nunca sabré cuando te lanzarás a la calle a buscarme.

Y la verdad es que quisiera tener el valor para dejarte, para que pasases por lo menos un día sin mí, para que sea tú a joderte de una vez, pero no puedo, por Dios estás en mi vida. Y no sé porque me llamaste Glenda si la otra también se fue y tú no querías que nadie más te abandonara; te gusta llamarme con su nombre, que me acerque a ti cada vez que lo deseas.

Pero un día te voy a dejar porque quiero sentirme libre, tu misma me quieres así. La conozco la metáfora del jardín: me enseñas a trepar tus árboles porque un día quieres que lo haga sola, te fuiste de viaje y no me dijiste nada y el almuerzo me lo trajo tu amiga. Me acarició la espalda, me sirvió atún, pero no eran tus manos, necesitaba tu olor y me habías abandonado. Te fuiste al Ecuador con esta pesada que se muere por saltarte al cuello y no me digas que no que me pongo celosa y le rompo la cara. Y tampoco me hables de feminismo que no es el momento.

Te llevó a un sitio de ambiente, volviste más guapa que nunca, la reina de las bollos latinas, deseaba tener un puesto en tu lista. Te sonreí y me olvidé de todo. Me llamaste Glenda y me acerqué a tus labios, ¡Coño!, Una semana sin verte, ¿cómo puedes volver con una sonrisa así, cómo si nada? Quería decirte que te echaba de menos pero no sabía por donde empezar, y me jode que todavía tengas la foto de esta pesada de Madrid en tu cuarto. A esta también le rompería la cara por idiota y por ganas y no vuelvas con el mismo tema que tampoco ha llegado el momento.

Esta obsesión por el verde que te ha dejado ya no la aguanto más y me tiene harta casi como tu puta lista de los cojones. ¡Joder! “¡Necesitamos justicia en este mundo!”

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